¿Cómo se forma un líder?
Hugo Melvin Aldana Jr.

Hemos de iniciar recordando que el término ‘líder’ lo hemos importado del mundo empresarial y en ocasiones su significado choca con los valores del Reino de Dios. De hecho, el término líder nos llega del inglés leader que es una persona que dirige e influye en otros. Los expertos en el tema han llegado a la conclusión que la mejor manera de definir a un líder es aquel que tiene influencia sobre otros y que los mueve a realizar una gestión, distinguiéndose por su capacidad de decidir adecuada y acertadamente para el bien de sus dirigidos.
Ahora bien, ¿por qué pudieran estos conceptos de liderazgo ser chocantes en el Reino de Dios? La respuesta es sencilla, porque el liderazgo per se pareciera ser un llamado a la grandeza, a la tribuna, al pedestal y parece promover el ego del que lo ejerce. De hecho, pasa una y otra vez cuando vemos a personas que ya sea por su obvio liderazgo o por la posición que se les encomienda se vuelven orgullosos, petulantes y casi inalcanzables. Al buscar en las Escrituras encontramos que los apóstoles y el mismo Jesús se llamaron a sí mismos ‘siervos’ (Gr. δοῦλος / doulos) de Dios (Romanos 1:1; 2 Pedro 1:1) y (διάκονος / diáconos) del pueblo (Mateo 20:25-26). Es decir que ser un líder en el Reino de Dios es ser un esclavo para Dios y un servidor (ministro) para las personas. Jesús lo enseñó de esta manera:
Mateo 20:25-26 (RVA-2015) Entonces Jesús los llamó y les dijo: Saben que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. 26 Entre ustedes no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre ustedes será su servidor.
Estos versículos no necesitan mayor explicación, un líder no debe hacerse ‘señor’ de sus dirigidos sino un ‘siervo’ de ellos. En verdad es allí donde parece una contradicción al concepto tradicional de liderazgo, donde quien lo ejerce -el gobernante o líder- es colocado en una plataforma y sus súbditos son sus siervos. Jesús dice que si quieres ser grande deberás ser servidor (diakono). Es allí donde cabe la frase que aprendí hace mucho, “no hay grandes siervos de Dios, porque si son grandes no son siervos y si son siervos entonces no son grandes.” La grandeza de un líder cristiano está en su servicio y no en su señorío.
Todo lo que podamos aprender de liderazgo nos ayudará a desempeñar nuestro trabajo con excelencia, pero no debemos olvidar cómo se debe ejercer cualquier posición de liderazgo en el Reino de Dios. Si tenemos líderes con esas cualificaciones tendremos líderes con influencia positiva y se cumplirá la misión de la iglesia con efectividad y eficacia.
La formación de un líder implica la formación del carácter, es decir modelar el carácter de Jesús en la persona para que ejerza un servicio (ministerio) fructífero. Hacer este trabajo no es cuestión solamente de recibir algunas clases o participar de conferencias, y/o hasta terminar un programa de estudios ‘en liderazgo,’ sino mucho más que eso, es mejorarle las condiciones de vida a través de una educación y mentoría sólida que posicionen al nuevo líder para vivir dignamente adquiriendo la reputación debida para que tenga el respeto y admiración de la sociedad.
Imaginemos por un momento esta extraordinaria combinación, un líder cristiano que entiende que ante Dios es un esclavo, una persona que solo cumple la agenda de su Señor (la Gran comisión) y ante la gente es un ministro (diákono) que busca bendecir a las personas con alta competencia en sus funciones, que modela una vida de excelencia y que es respetado y admirado por la gente que lo conoce. Un líder de esta calidad será una persona que trascienda y lleve la causa del evangelio a otro estadio. La pregunta es ¿cómo lograr dicha formación?
Bien, hay tres áreas que necesitan ser atendidas, a saber: “Corazón, cabeza y manos,” Esta formación abarca sus competencias personales (corazón), sus habilidades ministeriales (cabeza) y la formación de sus habilidades (manos). ¿Por qué debemos empezar con el corazón del líder? Por corazón entenderemos el asiento de las emociones. Así entonces la formación del individuo determina lo que es. Definitivamente que esta es la base de todo líder, porque muchos tienen destreza para liderar, pero su carácter carece de legitimidad frente a la gente, ser una persona integra y correcta no requiere esfuerzo, se es integro y/o correcto o no.
Luego también es necesaria la formación de la cabeza, porque el conocimiento empodera y da las herramientas necesarias para hacer un trabajo de alta competencia, y eso es necesario. Ningún líder que quiere trascender se permite el lujo de no estudiar y mejorar su academia, por el contrario, se sabe de sobra que el conocimiento aprendido en programas formales capacita y catapulta al líder. Por último, se debe trabajar en las habilidades (manos) del líder. Toda persona que quiere ver sus metas coronadas debe ser pulido en sus destrezas. Es así que la formación del corazón determina lo que la persona es, la formación de la cabeza determina lo que la persona sabe, y la formación de las manos, determina lo que la persona hace.
Con razón dijo el sabio que para llegar al ‘bienestar’ primero hay que ‘bien-ser,’ para luego ‘bien-hacer,’ entonces vendrá el ‘bien-tener’ y así se llegará el ‘bien-estar.’ Si usted quiere ser un líder de excelencia no busque atajos, póngase en manos de personas que le pueden guiar y ayudar a tener una formación sólida, que le permita tener la plataforma adecuada desde donde lanzará o relanzará su ministerio, buscando siempre coronarlo con éxito.