Hacia un nuevo concepto de inspiración bíblica

El libro Las Fuentes que Dieron Origen al Nuevo Testamento del Dr. Raúl Zaldívar nos hace romper paradigmas que por años fueron formados por la tradición de la iglesia. Tradición que nos ha hecho creer en falacias en cuanto a la inspiración de la Palabra de Dios. Hoy día, hemos aprendido que lo que dice Pablo en 2 Timoteo 3:16, “toda la escritura es inspirada por Dios” sigue siendo cierto, pero que el concepto de inspiración está muy lejos que lo que estaba retratado en nuestra mente.
Inspiración proviene del griego pneistos que significa viento o soplo. O sea, soplado por Dios. De la misma manera creo que lo formamos en nuestra mente: Dios vino y sopló de su espíritu sobre estos hombres y ellos inspirados por el ES se sentaron y escribieron la Biblia.
Ciertamente, el concepto de inspiración es uno de los principios no negociables y que distingue la Palabra de Dios de cualquier otro libro sagrado. Según Zaldívar, “la definición esencial más plausible de inspiración es: la capacidad que Dios dio al hagiógrafo para escribir sin error”.
Así que Dios le dio capacidad. Usó sus capacidades para que este redactor pudiera producir su escrito.
Según Zaldivar, inspiración es un concepto que hay que redefinir. Y esto nos debe llevar a evaluar los criterios que debe tener la Escritura inspirada. Se mencionan tres criterios para los documentos a evaluar:
· Que posea un poder intrínseco que lleve a la persona a hacer cambios en su vida.
· Que tenga una coherencia perfecta con el resto de los libros contenidos en el canon.
· Que cuente con el respaldo colectivo de la Iglesia como libro inspirado.
En mi entender, algo que tiene a favor este nuevo concepto de inspiración es que estos tres principios engranan perfectamente con lo característico al canon bíblico. No contradice para nada lo que allí encontramos.
El principio del cambio de vida que debe producirse es uno obligado. Por eso la Palabra misma se describe como “viva y eficaz”, “cortante”, que “penetra hasta lo más profundo”. Porque la misma nos mueve los cimientos de nuestra alma y espíritu y nos lleva a un nuevo modo de vivir.
La coherencia es algo que da testimonio de que ésta es la Palabra de Dios. El hecho de que podamos ver el propósito y plan de Dios desplegado a lo largo de toda la Escritura es testigo de que esto no es cualquier escrito, pero un libro verdaderamente inspirado y orquestrado por Dios. Y finalmente, quién mejor sino la Iglesia para dar testimonio del valor y el poder transformador de este libro.
Otro punto a favor que veo es el hecho de que si Dios pudo usar hombres ordinarios para producir algo tan extraordinario, así también lo puede hacer con nosotros hoy. Tenemos el Espíritu de Dios y Dios usa nuestras capacidades para llevar a cabo sus planes aquí en la tierra.
Algo en contra del concepto podría ser la posibilidad de suscitar controversias con aquellos que la religión ha mantenido cautivos en una mentalidad cerrada y que no están abiertos a aceptar la verdad que trae consigo el conocer todo este andamiaje que fue el proceso de formación de nuestra Biblia. Creo que la declaración de que “no existe nada místico ni sobrenatural en la redacción de los libros del canon” es un poco fuerte. Que a prima facie chocaría con la perspectiva tradicional de la inspiración que tiene mucha gente. Pero la realidad es, no somos marionetas de Dios. Dios nos llama y nos capacita para hacer nuestra labor. Y por medio de nuestro trabajo manifestamos el poder de Dios por lo que él ha hecho en nosotros y a través de nosotros. Tal como el impresionante trabajo que hicieron estos redactores guiados por el poder del Espíritu Santo de Dios.